Martín se levanta a las 8:00 am para ir a pagar el teléfono. No se baña. Se viste rápidamente e intenta llegar lo antes posible a las oficinas de la compañía. Desea ser de los primeros (espera ser el primero) para no tener que esperar.
Cuando llega, luego de una hora de recorrido, por desgracia hay más de cien personas esperando. Decide regresar por donde llegó. –Mañana será un mejor día– piensa Martín. Se levantará más temprano y así podrá ser al menos de los primeros veinte (espera ser el primero).
Al día siguiente Martín se levanta a las 6:00 am. Tampoco se baña. Se viste rápidamente y sale, literalmente, corriendo. En las oficinas de la compañía no hay cola. Martín, así como lo quería, es el primero.
Pasan 20 minutos. Pasan 30 minutos. Pasan 45 minutos hasta que una linda chica entra a las oficinas. Le regala una pequeña sonrisa a Martín. Él la acepta con todo gusto y se la regresa del doble de tamaño. Martín espera.
Pasa una hora. Una hora y no sé ven rastros de los demás. No hay fila. La fila es él. Así que decide entrar y pagar de una vez. Total, durante esa larga hora las puertas de las oficinas nunca estuvieron cerradas.